lunes, 22 de febrero de 2021




3 excolimbas vieron cómo subían personas secuestradas a los aviones para ser arrojadas al mar.  Lo declararon hoy en la audiencia 15 del histórico juicio sobre estos hechos, transmitido en vivo por La Retaguardia. Los testigos Francisco Villegas, Juan Carlos Lameiro y Carlos Dornelis dieron detalles precisos: “Estaban encapuchados y atados con las manos atrás”, dijo Lameiro, que vio la operatoria unas diez veces. Dornelis aseguró que “ya nos habíamos acostumbrado a los vuelos”. Villegas además relató cómo sus jefes lo estaquearon por haber llegado tarde de un franco. Otro testigo agregó que los vuelos nocturnos regresaban llenos “de sangre y excrementos”. (Por La Retaguardia/El Diario del Juicio*) 

✍️ Redacción: Diego Adur/Fernando Tebele
💻 Edición: Fernando Tebele
🎧 Edición de audios: Paulo Giacobbe
📷 Foto de portada: Francisco Villegas se quiebra al contar que lo torturaron durante la colimba ante la mirada del fiscal García Berro. (Captura de pantalla transmisión de La Retaguardia)
📷 Fotos: Archivo Gustavo Molfino/La Retaguardia


 



En lo que fue hasta aquí la audiencia más cargada de datos relevantes para las partes acusadoras, al menos cuatro de los cinco testigos de la audiencia 15 del juicios por los “Vuelos de la muerte de Campo de Mayo”, aportaron información tan valiosa como escabrosa. Hasta aquí varios testigos habían descripto la operatoria de los aviones desde los que se arrojaron personas vivas al mar: que fueron en horarios nocturnos. Que relevaban a los conscriptos de las guardias, o que se encendían las luces de la pista a pleno para los Fiat G-222 y los Twin Otter. Pero hoy otros tres testigos aportaron data directa sobre cómo los subían a los aviones después de traerlos en camiones.



El ex conscripto Francisco Edgardo Villegas declaró en la causa por los Vuelos de la Muerte en Campo de Mayo y relató que vio cómo fueron golpeadas y subidas al avión Fiat G222 personas vestidas de civil que habían llegado al aeródromo del Batallón 601 de Aviación del Ejército trasladadas por dos camiones “tipo de los que llevan carne”. Divisó esta situación desde el “helicóptero de Videla”. En el año 1977, el por entonces soldado conscripto Francisco Edgardo Villegas estaba haciendo guardia en el hangar donde se guardaba el helicóptero que transportaba al entonces presidente de facto, Jorge Rafael Videla, quien murió en cárcel común multicondenado por delitos de lesa humanidad. Era una noche lluviosa y con mucho viento, así que decidió guarecerse dentro de la aeronave. Allí se quedó dormido hasta horas de la madrugada, mientras lo buscaban las camionetas “guerrilleras” en las que levantaban a los conscriptos de guardia cuando se realizaban estos vuelos. Lo despertaron gritos e insultos que llegaban de la pista del Batallón de Aviación 601 del Ejército. Villegas vio desde allí cómo golpeaban a personas “vestidas de civil”, secuestradas, y las subían a un avión que luego reconoció como el Fiat G222: “Bajaban gente de los camiones, les pegaban y las metían en el avión”. Durante la audiencia, el testigo contó que sintió mucho miedo, ya que estaba presenciando algo que nunca debería haber visto y, al hacerlo, corría peligro su vida: “Vi todo eso y escapé. Si me veían ahí me mataban”.  Después de que el avión que realizaba los Vuelos de la muerte en Campo de Mayo partió y las camionetas del tipo de transporte de sustancias alimentarias se fueron del lugar, Villegas decidió escapar y no regresó. Antes, había contado algunas de las torturas a las que fue sometido por personal del Ejército, que remiten a las sufridas por los soldados durante la Guerra de Malvinas. Fue golpeado y estaqueado: lo tiraron al piso y lo ataron a cuatro estacas clavadas en la tierra. Allí, con una manta negra lo dejaron a los rayos del sol. En otra oportunidad, contó el testigo, estuvo a bordo de un vuelo que se dirigía a la Isla Martín García para llevar “sidra y pan dulce”, según le dijeron. Faltaba poco para navidad. Ese vuelo, que duró “entre 45 minutos y 1 hora”, nunca aterrizó en su lugar de destino anunciado sino que retornó al Batallón. Villegas después presumió que podría haberse tratado de un vuelo de la muerte.


Uno de los Fiat G-222 que se encuentran abandonados todavía en el Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo, fotografiados durante la visita ocular en el marco de este juicio. Tras esa visita, los aviones están bajo cuidado judicial.
📷 Archivo Gustavo molfino/La Retaguardia





A cualquier zurdo

En la misma audiencia declaró también el ex conscripto Alberto Amadeo Espila, quien cumplió el Servicio Militar Obligatorio en el Batallón de Aviación 601 de Campo de Mayo entre marzo de 1977 y mayo de 1978. Cumplió funciones en la compañía de Servicios, específicamente dentro del Casino de Oficiales. Espila también declaró haber visto camionetas de detenidos que ingresaron al Batallón y se dirigían a la pista donde los esperaba el avión Fiat. A los soldados que estaban realizando alguna función en esos momentos “nos levantaban de los puestos”. Contó que los vuelos se realizaban de madrugada y cuando los aviones regresaban estaban “llenos de sangre y excrementos”. El testigo relató haber escuchado un rumor que decía que los helicópteros que se ponían en marcha en la pista y no despegaban eran utilizados para atenuar el ruido de disparos en los fusilamientos de personas. Por último, a pregunta del fiscal Marcelo García Berro respecto a si durante su estadía en Campo de Mayo había tenido algún tipo de instrucción específica para combatir la llamada lucha contra la subversión, Espila respondió que él y los demás soldados tenían órdenes de “exterminar a cualquier zurdo”.






Luego fue el turno de Juan Carlos Lameiro. El testigo fue, de todos hasta aquí, quien aportó mayor información directa del trayecto de personas secuestradas entre los camiones en los que llegaban y los aviones que marcaban el “destino final”, cruel eufemismo para una de las metodologías de exterminio más utilizadas durante el genocidio: “Subían gente al avión en horarios tardíos. Los subían encapuchados y me daba la impresión de que estaban atadas con las manos atrás. Creo que los tenían con el mameluco naranja de apoyo de vuelo. Eran mínimo 10 o 20 personas por cada episodio”. A pesar “de la distancia”, Lameiro observó que “los hacían ingresar por la rampa de la parte de atrás. Como mínimo diez veces habré visto estas situaciones. Uno lo sospechaba como algo irregular. Tenía 18 años…”. Varias veces distinguió a una de las personas que pilotaban los aviones: “Uno de los pilotos que era más recurrente era el Capitán Artuso”. El oficial nombrado no está entre los imputados. Pero también nombró a Del Valle Arce y Malacalza, dos de los imputados en este juicio. “Malacalza fue con el Capitán Del Campo a Italia a buscar los aviones”.

Este juicio tiene como imputados a Santiago Omar Riveros, Delsis Malacalza, Eduardo Lance, Horacio Conditti y Luis del Valle Arce”. Salvo Riveros, otro multicondenado jefe durante el genocido, los demás están acusados por haber aportado al engranaje genocida desde la plana mayor del Batallón.

“Son recuerdos tristes pero muy lejanos”, dijo el testigo Lameiro. El exconscripto confeccionaba las planillas de vuelos: “Muchos iban a Tucumán al Operativo Independencia”, agregó. También relató la situación de un colimba que se encuentra desaparecido. Se trata de Luis Alberto Barbona: “Un día, en un inventario, faltaba Barbona. Se decía que era un guerrillero”. Barbona era militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y fue secuestrado el 28 de septiembre de 1977 mientras realizaba la conscripción en el Batallón de Aviación 601. Nunca más se supo de él.

Paracaidistas sin paracaídas

Carlos Enrique Dornellis fue el último de los 5 testigos de la audiencia de este lunes. Relató que Delsis Malacalza, imputado en esta causa, era piloto y volaba los aviones Fiat. Haciendo guardia vio entrar camiones con la leyenda ‘Transporte de Sustancias Alimenticias’ custodiados por autos Falcon y Peugeot que se dirigían a la pista donde los esperaba el  avión Fiat G222. Cuando eso pasaba, entre los soldados conscriptos decían que ahí iban los paracaidistas, porque “eran como paracaidistas sin paracaídas”.  Ante la terrible imagen, el testigo dijo que “ya nos habíamos acostumbrado” a esos vuelos. También habló de los comentarios que le hicieron sus compañeros que limpiaban los aviones que volvían de realizar los vuelos de la muerte y “allí veían sangre”.  Por último, Dornellis aseguró que para los militares “éramos todos subversivos” y que les decían que a los guerrilleros “había que exterminarlos”.


El juicio, que se lleva adelante todos los lunes ante el TOF N°2 presidido por Walter Venditti, junto a Esteban Rodríguez Eggers y Matías Mancini, es solo por cuatro casos: Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni, Juan Carlos Rosace y Rosa Eugenia Novillo Corvalán, cuyos cuerpos fueron encontrados en las costas del Rio de la Plata o el Océano Atlántico entre 1976 y 1978.


*Este diario del juicio por los Vuelos de la Muerte de Campo de Mayo, es una herramienta de difusión llevada adelante por  La Retaguardia medio alternativo, comunitario y popular, junto a comunicadores/as independientes. Tiene la finalidad de difundir esta instancia de justicia que tanto ha costado conseguir. Agradecemos todo tipo de difusión y reenvío, de modo totalmente libre, citando la fuente. Seguinos diariamente en https://vueloscampodemayo.blogspot.com/


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